viernes, mayo 06, 2016

El mercado negro de las campañas negativas convierte a los candidatos en monstruos

Héctor Aguilar Camín, en su columna Día con día, de Milenio, señala que para dignificar las campañas electorales, la reforma de 2008, tan infeliz por tantos motivos, volvió precepto constitucional la prohibición de que los candidatos hablaran mal unos de otros.
Aparte de la ociosidad de prohibir en un campo específico de la vida pública lo que está ya prohibido en todos (es como legislar que los candidatos no deben asesinarse entre sí), el precepto ha terminado blindando las campañas del espíritu controversial, acusatorio y derogatorio que les es característico.


El meollo del asunto

Huyendo de las campañas negativas a campo abierto, los legisladores han sumergido este impulso irrefrenable de la contienda política en una zona gris de donde vienen ahora ríos de lodo mucho peores que los que se quería evitar.
Nuestras campañas están llenas de filtraciones ilegales, imputaciones grotescas, calumnias de doble y triple vuelta. La impunidad de su difusión anónima por las redes sociales o internet multiplica la negatividad del ambiente público. Nuestras elecciones empiezan a parecer una historia de monstruos en contienda: corruptos, mentirosos, ladrones, narcos, carne impune de presidio.

Aquí la columna

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