miércoles, agosto 31, 2016

Suprimir el rito del informe presidencial es síntoma de una democracia sin demócratas

Héctor Aguilar Camín en su columna Día con día, de Milenio, confiesa que nunca pensó que escribiría esto: mañana echaré  de menos el Informe presidencial.
Admito que lo echo de menos desde que desapareció de nuestra vida pública, en el último año del gobierno de Vicente Fox, 2006.
Desde ese año ningún Presidente mexicano ha podido cumplir este rito elemental de la vida democrática: informar de cuerpo presente en el Congreso de la Unión, ante los otros poderes, sobre los hechos de su gobierno y la situación del país.


El meollo del asunto

La supresión de ese ritual es el síntoma de una democracia sin demócratas, la excrecencia de un pluralismo político incivil, incapaz de someterse a las formalidades del diálogo democrático.
El Informe presidencial me pareció siempre una ceremonia altisonante, sobreactuada, abusiva en su extensión y en su pompa, y en su penosa falta de elocuencia.
Era, sin embargo, un acto solemne que comprometía al Presidente con una visión del país y sus problemas.
El hecho fue, sin embargo, que entre más plural y democrático se volvió el Congreso, menos civiles y tolerantes se volvieron las fuerzas políticas reunidas en él.

Aquí la columna

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